La sociedad del espéctaculo: el ghosting y la dramatización de la vida cotidiana

Como decía Guy Debord: 

        "El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes" (Debord, G., 1967).

Partiendo de esta cita, me gustaría centrarme en lo que conocemos como espectáculo 2.0 (cuya sede está instalada en las redes sociales). Estas son, sin duda, una herramienta para las relaciones sociales pero, ¿cuáles son las implicaciones que tiene su uso? Según Javier Zamora García, se utilizan esencialmente para la promoción del yo. Esta promoción, que se realiza en la práctica mediante las redes sociales esencialmente, no es otra cosa que una forma de mercantilización de la identidad. El ejemplo más claro de esto son los influencers, personas cuya vida es el producto. Para entender esto desde el punto de vista del espectáculo (y más enfocado al uso que le damos la mayoría de la gente a estas redes), el concepto está revisado y descrito por Javier Zamora como crítica de una ideología que convierte las relaciones humanas en relaciones entre mercancías. 

Voy a proponer un ejemplo más cercano, metafórico incluso, las relaciones son entendidas como cromos que entran a formar parte de un álbum (nuestra vida). Todos somos coleccionables y coleccionistas. Por supuesto, el hecho de poseer una mayor cantidad nos proporciona un estatus mayor. Además, en una sociedad capitalista solo puede entenderse así: cuantos más tengamos, mejor. Las relaciones no solo se han convertido en un producto, también se han convertido en un trofeo (que podemos exhibir ante multitud de personas simultáneamente). Es decir, buscamos y encontramos la validación del yo a través de la validación que nos dan los demás usuarios. Sirviéndonos de followers, de "me gustas" y de interacciones, creamos a nuestro alrededor un halo de superioridad basado en la popularidad. Si lo pensamos fríamente, nuestro "yo" de las redes sociales es lo más parecido a un alter ego que hay, ya que esa popularidad es tan virtual como las redes de las que procede.

Por desgracia, nadie está exento de esto, no podemos evitar la separación entre nuestra personalidad "de la calle" y la de Internet. Gracias a las facilidades que nos aporta estar detrás de la pantalla, tenemos el poder decidir lo que mostramos, cómo lo mostramos e incluso cuándo lo mostramos. Podemos crear una personalidad y una imagen que no tiene por qué ser la real (aunque esto es algo que podemos hacer también en la calle, pero es más complicado). Es demasiado tentador, demasiado fácil, como para poder (querer) evitarlo. Podemos crear muchas versiones de nosotros mismos, tanto para darnos importancia personal como para intentar gustar a más cantidad de personas. Serge Tisseron ha denominado a este concepto "extimidad" y hace referencia a las nuevas formas de intimidad y puesta en escena que se dan en los nuevos medios. Sobre todo, incide en la exteriorización, por parte de los usuarios, de aquellos elementos de su vida que han sido alimentados por las respuestas de los demás. Por tanto, volvemos a la validación del yo, a la reafirmación de la propia yoidad basada en el reflejo dado por el resto de los usuarios. Este fenómeno podría ser fácilmente identificable con una figura ya conocida en el pensamiento de Freud: Narciso. 

          Se produciría, por tanto, una especie de confusión entre ser visto en las redes sociales y existir (Zafra, 2015, p. 20), del mismo modo que no estar en las redes sociales o fracasar en ellas equivaldría a no existir, es decir, a una especie de muerte simbólica”. (Bauman, 2007, p. 27).

Queriendo incidir en la parte en la que menciona el fracaso, o en el simple hecho de no querer formar parte de las redes. Sufrir el primero o escoger el segundo supone en este momento una especie de muerte simbólica. Llegando al punto en el que, si desapareces de ellas, la gente de tu entorno puede llegar incluso a preocuparse por ti (o, por el contrario, a enfadarse). Como diría Casili, el hecho de tener este espacio, donde los individuos carecemos de obligaciones debido a la distancia, ocasiona que sintamos una disminución de la complejidad en las relaciones. A veces, incluso sentimos menos responsabilidad con la otra persona. Y, ¿qué ocurre? 

Ocurre que, cuando una relación se convierte en un problema, en lugar de hablar con la otra persona para solucionarlo o para dar la relación por finalizada, utilizamos esta distancia física para evitar la confrontación. Es en estos casos donde tendríamos que empezar a hablar de un término recientemente denominado como "ghosting". Hacer ghosting significa dejar de contestar a una persona de la noche a la mañana (cuando, además, sigues apareciendo en el resto de tus redes sociales). Esto se hace sin dar a la otra persona ningún tipo de explicación, dejándoles muchas veces con un sentimiento de abandono y malestar por la incomprensión de la situación (llegados a este punto, no entiendes cuál es el motivo de la negación de la comunicación de manera tan repentina). Además, muchas veces, este sentimiento se ve incrementado por la aparición de una idealización hacia la otra persona (a través de los mecanismos ya mencionados que nos da internet para maquillar a nuestro yo):

       "Y es que en Internet es posible construir un yo, pero merodear por otros muchos yos. En ocasiones estas imágenes están idealizadas o carecen de defectos" (Aguiar y Said, 2010 o  Bessière et. al, 2007)

Y es que, antes de las redes sociales, ya era bastante sencillo representar papeles en sociedad (como vemos en la teoría de la dramatización de la vida cotidiana explicada por Ervin Goffman). Ahora, que tenemos la posibilidad de interaccionar en una realidad virtual, poseemos una libertad infinita. Tenemos la ventaja de poder experimentar o teatralizar nuevas versiones de nuestro yo mediante la creación de avatares o perfiles de usuario (tanto en redes sociales como en blogs). Es posible que penséis ahora en la posibilidad, y sí, yo misma podría estar haciendo un papel. Podría estar jugando a ser alguien que no soy o dando una opinión contraria a la que tengo en realidad. 

No es el caso... O sí. 

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