Aún siendo hijos de nuestro tiempo

         Me impresiona percibir cada día cómo se desdibujan las fronteras que dividen las redes sociales unas de otras. Cada una de ellas, que parecía haber nacido con fines diferentes, ha acabado desembocando en el mismo lugar. En Instagram ahora tenemos el sumun de la superficialidad, en Twitter están las críticas más ácidas acompañadas de los conocidos memes, en Youtube hay entretenimiento esencialmente... Sin embargo, el crecimiento de estas redes sociales y la implementación de ciertos elementos me hace pensar que está facilitando una homogeneización entre ellas (y en el uso que los usuarios les damos). En ocasiones, es evidente dicha homogeneización, como en el caso de los stories de Instagram, los fleets de Twitter, los estados de Whatsapp y los mismos formatos sin nombre en Youtube y Facebook. En cuanto a otros casos, la manera de provocarla es más subterránea pero, aún así, fácil de ver. Percibir estos cambios es como asistir al colofón del status quo, en el sentido de que parece díficil conseguir que haya más formas de perpetuarlo.

Estos cambios vertiginosos de la web 2.0 hacen complicado, a su vez, el estudio por parte de los académicos y, como decía Lovink en Redes sin causa, sus investigaciones ahora se basan en intentar plasmar redes y patrones culturales (que además están desapareciendo). Poniendo un ejemplo práctico, la primera vez que yo entré en Twitter fue en el año 2012 (hace solo nueve años) y puedo afirmar que la comunidad de esta red social es muy diferente ahora. En aquella época, los tuits aún eran de 140 caracteres, lo cual no dejaba demasiado espacio a la crítica social y a las quejas o, como yo los llamo, a los "cañones de mierda". Pero te obligaban a ser mucho más ingenioso a la hora de expresarte, era una manera breve de plasmar aquello que querías compartir. La comunidad de Twitter era mucho menos dañina, mucho más respetuosa. Además de que los usuarios rara vez se dirigían a alguien que no conocieran (acostumbrados al uso de Facebook, Tuenti y demás redes, mucho más "familiares"). 

Parece que, con la popularización de Instagram y su idea de acaparar todas las formas de comunicación entre usuarios, las redes sociales han tenido que "ponerse las pilas" para seguir existiendo. El impacto de esta red ha sido tan grande, que incluso Twitter modificó su interfaz sustityendo el famoso "fav" en forma de estrella (⭐) por el corazón rojo de "me gusta" (💗). Este cambio, que en mi opinión fue un sacrilegio, ha favorecido tanto la homogeneización más superficial como la menos visible. ¿Por qué? Pues porque ya no solo por están compartiendo el mismo elemento en su interfaz, también se le está dando el mismo uso por parte de los usuarios. Para ser más exatos, no implica lo mismo marcar como favorito que indicar que te gusta. Entonces, ¿cuál es la implicación a nivel práctico? 

Si no teníamos ya suficiente con las aplicaciones para el "ligoteo", he aquí una herramienta más para conseguirlo (ahora también se facilita por las que, a priori, tenían otra razón de ser). En lugar de apostar por el factor diferenciador, parece que están compitiendo por ser el "pez más gordo" (ahora mismo va ganando Facebook por poseer tanto Instagram como Whatsapp). He de decir que no es que me sorprenda, al final las redes sociales se están comportando como lo que son, empresas en un mercado, y como tales tienden al monopolio típico del sistema capitalista. Volviendo al tema de ligar por redes sociales, personalmente, estoy bastante cansada de ver "tiradas de caña", que además están a unos niveles de simpleza que rozan lo insultante. Por Twitter conllevan además las consiguientes "lloraditas" cuando no te han dado bola. Sin ánimo de querer coartar la libertad de nadie para expresarse, considero que este tipo de actuaciones suponen una banalización del acto del "cortejo" bastante peligrosa. Lo hacen reducirse a una perspectiva cuasi mercantilista, donde las personas se usan y se tiran sin dejar demasiado poso en uno mismo. "¿Que este no me hace caso? Bueno, hay otros cinco que interaccionan conmigo, así que otro me lo hará." La cosificación del individuo, entendida por la reducción de este a la condición de cosa, es algo que está a la orden del día en todas nuestras queridas redes sociales. También adquiere un carácter coleccionista, donde cuenta más el número de personas que interaccionan contigo que la calidad de las interacciones (que no seré yo la que entre a juzgar la calidad propia de las personas, faltaría más). No es una idea que plantee yo de primera mano, ya lo dijo Georg Lukács, que fue inspirado por Marx: "la alienación perpetuada por las redes sociales no es más que una forma de cosificación que adquiere un carácter dominante y de clase" (saludos al status quo). 

No puedo evitar sentir asco ante esta característica intrínseca de las redes sociales. Aún así, y tristemente, soy parte de esta serie de catastróficas desdichas, siendo incapaz de ignorar las ventajas que las redes sociales nos proporcionan (sobre todo en el día a día). Pero, no me apetece hablar de las ventajas, que creo son mucho más evidentes y menos satisfactorias de describir. Prefiero sacar a relucir estos aspectos de los que somos víctimas, y verdugos, cada día que pasamos en estas aplicaciones. 

Aún con todo lo descrito, no me desanimo, ni si quiera me resigno a ser una hipócrita más. El ser consciente de este entramado me hace (nos hace) un poco más poderosa al más puro estilo hobbesiano. Conocer y entender puede marcar la diferencia, aún siendo hijos de nuestro tiempo. 


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